Todos los párrafos empiezan por Óscar



Óscar iba por caminando por la Calle Baja, hacia la Plaza del Árbol. Allí, entre esas calles viejas, con olor a pis y de encantador abolengo, solían haber moros de esos que pasan droga blanda.

Óscar divisó a unos cuantos metros uno que le resultaba familiar. Un chaval joven llamado Jalid, uno con aspecto de ir eternamente recién duchado y que siempre iba con su mujer, una risueña y gordita ecuatoriana. Tambien iba con ellos el hijo de ambos, un pequeño bebé que llevaban como un lastre en el interior de un carrito. Aunque igual escondían la mandanga dentro de aquella cuna con ruedas.

Óscar se acercaba hacia el moro mientras éste abría los brazos y su sonrisa en recordatorio de la eterna amistad entre el pueblo patrio y Marruecos.

-Hola Jalid-dijo Oscar, mientras saludada con un gesto desganado a su mujer.
-¿Qué tal, amigo?-dijo el recién duchado.
-Bien, pero lo del otro día era flojo. Sabía fatal.

Óscar notó como la mujer del moro levantó la mirada del carrito y comenzó a mirar a Óscar preocupada. El tono de la frase había sido probablemente demasiado duro. Para variar.

-Perdona, paisa, pero lo del otro día pasó porque no lo probé.
-Ya...¿y por qué pasas algo que no pruebas?
-Es que estoy en Ramadán. Pillé la pieza por la mañana y no pude probarlo hasta la noche.
-No me toques los huevos, Jalid. El Ramadán empieza esta semana y yo te pillé la semana pasada.

Óscar percibió en la mirada de Jalid como se daba por cazado. Tras unos segundos de silencio, Jalid le hizo un gesto con pesadumbre a su mujer, esta se reincorporó y metió las manos dentro del carrito del hijo de ambos. Se aceró a Óscar y le pasó la mejor mandanga, un par de maravillosas barritas amarillas de esas que reservaban para los hijos secretos del cartagenero moreno -porque se conoce que ahora los fachas de pro tambien fuman porros para hacerse los modernuquis-.



Óscar pensó que aquella fresca hidromiel reservada para las altas esferas le iban a salir gratis en compensación al tangue de la semana anterior, pero no fue así. Los veinte euros que Óscar acaba de robar del bolso de su madre acabaron en el bolso de la mujer de Jalid.
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