Corazón de sulfato de calcio hidratado



Las vigas de mi casa son antiguas. Según data en el catastro, de 1937; el edificio en el que vivo nació en tiempo de guerra, con lo que ya estaba maldito para los restos.

Para comprobar el estado de mis malterchas vigas, unos técnicos con gorrito me están haciendo catas del techo -hasta hace poco, yo creía que sólo había catas de vino y de farlopa, como las Miami Vice- pero no, resulta que hay más. Las catas de mi casa son boquetes de un metro de diámetro.

Todo para ver el estado real de las vigas antes que se desplomen sobre mi cabeza, con todo lo que sujetan. Como a los galos de los tebeos de Astérix, temo que el cielo se desplome sobre mi cabeza.

Con tanto agujero en el techo, cayó un trozo con forma de corazón, del material noble del que está hecha la techumbre: sulfato de calcio hidratado, yeso de ese con el que se hacen los techos.

Pero el corazón saltó solo, al rato de haberse ido los técnicos con gorrito. Era un momento tan íntimo que fue mejor dejarlo para los dos.
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